GÉNESIS.
«Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era soledad y caos, y las tinieblas cubrían el abismo”. “Y el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas”. Dios dijo: «Haya luz», y hubo luz.
Antes de todo fue la palabra: ¡Hágase! Y la palabra con su fuerza pudo con el caos reinante.
Al principio fue el pesimismo. Y surgió la ciencia. La palabra se hizo esperanza y a la palabra se le llamó “investigación”. El pesimismo no es causa de que la ciencia se pare, al contrario.
Solo hace cincuenta años, quizás menos, que el cerebro era ese gran desconocido que se estructuraba en las investigaciones de Cajal y de Purkinje.
Recuerdo estudiar, junto a mi gran amigo, el ahora psiquiatra Vicente Ramos, la Neurología. Ciencia que centraba lo más complicado del programa de Anatomía Humana II en la hermosa Universidad de Granada.
El enjambre de vías y contravias, sinapsis y contrasinapsis, ganglios conductores y células, -gliales, neuronales, de Schwann-, encargadas unas de la transmisión (neuronas) y las otras de alimentar y proteger (glía y Schwann). Como un complicado mapa –carreteras, autopistas, ciudades, estaciones de ferrocarril, ríos y canales, pantanos – aprendimos de memoria las vías principales, los nervios motores, sensitivos y mixtos. Aprendimos el nombre de los doce pares craneales y su trayecto, con sus ganglios intermedios, verdaderas estaciones de control. Y el cerebro.
Hablábamos del cerebro anterior y del posterior y el cerebelo, que gobierna el movimiento.
Conocimos que el Lóbulo Frontal ayuda a controlar el estado de ánimo, la planificación para el futuro, el establecimiento de metas y juicios de prioridades, y los movimientos musculares especializados. Conocimos que Lóbulo Occipital, ayuda a procesar la información de la vista.
Centramos nuestra atención en conocer que Lóbulo Parietal recibe y procesa información sobre la temperatura, el gusto, el tacto y el movimiento provenientes del resto del cuerpo y que el Lóbulo temporal, es responsable de la audición, la memoria y las funciones del lenguaje. La lectura y la aritmética también se procesan en esta región. Descubrimos que el Sistema Límbico es un conjunto de estructuras interconectadas que median emociones y se relacionan, también, con el aprendizaje y la memoria. Un mundo.
Estudiar la Neurología, en el contexto del aprendizaje anatómico, fue una experiencia inolvidable, hermosa y atrayente.
Si nos preguntamos dónde se controla la memoria, ya lo he escrito, y añado que el Hipocampo juega un papel muy importante en la formación de recuerdos a largo plazo.
¿Y la experiencia emocional consciente? Se procesa en el “Cingulo”. La Circunvolución cingulada.
Pero, si todas estas estructuras son importantes, ¿qué decir del Bulbo Raquídeo, que contiene los mecanismos para el control de procesos vitales tales como la frecuencia cardíaca, la respiración, la presión arterial y la deglución?
¿Y el miedo? Y ¿la ansiedad? Nos lo dijo el profesor Miguel Guirao – escuela de catedráticos; de los que dictaban conferencias magistrales-. Quien los pillara hoy en día. Nos contó que la Amígdala, que es una estructura involucrada en funciones que incluyen las emociones, el aprendizaje y memoria, es parte de un sistema que procesa emociones «reflexivas». Y el miedo y la ansiedad, lo son.
Todo está bajo control en este órgano maravilloso, el cerebro, que supone una estructura difícilmente reproducible.
¡Ah!, y algo tan importante como la emoción es el sentimiento.
La memoria emocional que es la última que se pierde en la enfermedad de Alzheimer.
UN CEREBRO SOLIDARIO
La cuestión, la parte negativa de toda esta explicación, era que el cerebro, conforme se iba deteriorando, sus funciones decaían o desaparecían. Célula muerta, función desaparecida o menguada.
Cuestión nada despreciable. Por eso, nos lo dijo D. Miguel, “Dios lo ha guardado en una caja relativamente fuerte: el cráneo”. Me acordé de mi madre, “¡tienes la cabeza muy dura!”, y las madres siempre tienen razón.
A pesar del pesimismo de D. Miguel, la ciencia no detuvo sus estudios sobre el cerebro. Al tiempo, se observó que exactamente no era así la cosa. Parecía que, conforme se iban muriendo o deteriorando las neuronas, otras asumían su función, en un concepto de cooperación asociativa como pocas. Solidaridad real.
Se le llamó al proceso: “Neuroplasticidad. Y nos pusimos muy contentos. Porque los que caminábamos por el sendero de cómo tratar las demencias, por ejemplo, vimos el cielo abierto. Simplemente, por una palabra, de seis silabas, -neu-ro-plas-ti-ci-dad-, una demencia pasó de ser algo intratable, a algo que podías manejar, moldear para mejorar. Podríamos inventar terapias, “fisiopsicoludoterapias”, a la par que otros científicos trabajarían en encontrar la causa del mal, y su tratamiento.
Ya conocíamos de la importancia de la Terapia Ocupacional, de la Neuropsicología, de la Fisioterapia, de la Psicoterapia. Pero desde entonces, encontramos el encanto de confirmarnos que eran la base de la recuperación de los pacientes con deterioro, más o menos importante.
Ejercicios de memoria, mediante activación cognitiva y el tratamiento de la reminiscencia; ejercicios que estimularan los sentidos, la actividad motora. Es decir, tuvimos excusa para montar centros de atención a las demencias, que fueran mucho más que simples guarderías de pobres enfermos.
Un buen día, reunido con un grupo de geriatras y neurólogos, en el Hospital del Mar de Barcelona, el Dr. Carnero, D. Cristóbal, entonces en el Hospital de Almería, -hoy, creo, en el Hospital General de Granada- nos dejó perplejos con algo obvio. Lo llamó “la teoría de la esponja” y asumió que el cerebro funciona como tal elemento de baño o ducha.
Cuanto más se impregna de conocimientos, más facultades cognitivas conserva en un futuro de pobreza. Por eso, dijimos todos, las demencias en intelectuales, salvo complicaciones, no se observan hasta avanzada edad. Y no es que se desarrollen más tarde que en el resto de la población, es que conservan tanto bagaje cultural que pueden “disimular” las deficiencias.
Es lo que, llamamos: La reserva cognitiva.
Tanto la neuroplasticidad como la “esponja” son reguladores entre los procesos neurodegenerativos y las manifestaciones clínicas de deterioro cognitivo y demencia. Este “apaño” se asocia a la capacidad de optimizar la ejecución de tareas a través del “”enganche” “extra” de redes neuronales y al uso de estrategias cognitivas alternativas que estarían mediadas por los procesos educativos formales.
LA IMPORTANCIA DE SABER LEER
Aquí la importancia de una buena Ley de Educación, con los objetivos de mejorar el nivel de lectura y los conocimientos básicos, ya que son medida de reserva cognitiva y predictores fiables del rendimiento cuando comienza a fallar la sesera.
Hace relativamente poco, un grupo de neurólogos – (M. Soto-Añari, Flores-Valdivia, S.Fernandez-Guinea) – analizaron el nivel de lectura como medida de reserva cognitiva. Estudio financiado en parte por la Universidad Católica San Pablo de Perú y publicado en la Revista de Neurología, 2013; 56)
Concluyeron afirmando que, “Los sujetos con nivel de lectura bajo muestran un rendimiento cognitivo general inferior, disminución en la velocidad de procesamiento y déficits ejecutivos; además, el nivel de lectura predice mejor el rendimiento en función ejecutiva y rendimiento cognitivo general que las variables edad, años de escolaridad e instrucción.”
¿Cómo leen nuestros niños? ¿Cómo leemos en general? ¡La LOMCE!
¿SE ESCONDE EL ALMA EN EL CEREBRO? DEL AMOR Y OTROS SENTIMIENTOS
Y hablemos del amor. La Insula es una porción de la corteza cerebral que está plegada en una zona entre el Lóbulo Temporal y Lóbulo Frontal, mientras que el Núcleo Estriado está loca
lizado cerca, en el cerebro anterior.
Los científicos observaron que tanto el amor como el deseo sexual activan diferentes áreas del Núcleo Estriado
Según investigadores de la Universidad de Concordia, en Canadá, el sitio donde se ubica el amor está vinculado al lugar donde se origina el deseo sexual.
Los estudios del cerebro ya han demostrado que las emociones humanas se originan en el llamado Sistema Límbico, un conjunto de estructuras importantes que incluyen el Hipocampo y la Amígdala -la cerebral, claro. No confundir con las que se nos inflama de pequeños en la garganta-, entre otras.
Ah, curiosamente. En esta región se controlan funciones que incluyen las emociones, la conducta, la atención, el estado de ánimo, la memoria, el placer, la adicción y la imaginación. Todas ellas son facultades del Alma. Esas “potencias” que nos han enseñado de pequeños a los cristianos son propias del Alma. Recordemos: Entendimiento, voluntad y memoria.
Si el cerebro concentra y regula estas emociones y facultades, ¿será que el Alma está allí, en este complejo organismo?
¿ESTÁ DIOS EN EL CEREBRO?
Al estudiar cómo se relaciona el cerebro con la mente y la vida social, las neurociencias se han expandido más allá de sus raíces en las ciencias biológicas, hacia áreas de las ciencias naturales, sociales y humanas.
Esta expansión ha aportado planteamientos originales acerca de los vínculos entre el cerebro y la psicología, el comportamiento, la vida social o la moralidad.
Ciertamente, el término “neurociencias” es plural porque la ciencia del cerebro abarca enfoques y saberes enormemente diversos: anatomía, fisiología, biología (neurobiología), ontogénesis y filogénesis, patología, lingüística (neurolinguística), pedagogía, psicología (psicobiología, neurociencia cognitiva, psicología cognitiva, neuropsicología), filosofía o ética (neuroética).
El estudio del sistema nervioso no parece tener límites, hasta el punto de que el filósofo Javier Sádaba, nuestro gran filósofo no creyente, ha escrito mucho sobre religión y su relación con la mente. El estudio de las bases neurológicas de la experiencia religiosa. Pero lo decía el propio Carlos Marx: “La religión es la raíz para entender al ser humano”.
Y es que … ¿incluso Dios se encuentra en el cerebro?
LA IMPORTANCIA DE LA RELIGIOSIDAD.
La cuestión sobre la existencia de Dios y la localización de su morada es íntima y personal en cada uno. Por mucho que avancen las neurociencias, las creencias no dejarán de ser intransferibles y con neuroimagen nunca se podrá demostrar la existencia ni la morada divina.
Para lo que sí están siendo útiles es para analizar el comportamiento de las personas religiosas en relación con los que no lo son. Pondremos algunos ejemplos: en un estudio danés se observó un aumento significativo de la respuesta del núcleo caudado en un grupo de cristianos mientras rezaban en silencio.
Estos datos respaldaban la hipótesis de que la oración religiosa es un comportamiento capaz de estimular el sistema de “recompensa” dopaminérgico, localizado principalmente en el núcleo caudado, apoyando la tesis de que hay asociación entre la confianza interpersonal (también en la relación con entidades abstractas) y la activación del sistema dopaminérgico.
En otras investigaciones con neuroimagen funcional se ha demostrado cómo dirigirse en oración a Dios produce una respuesta cerebral similar, en las mismas regiones encefálicas, a la que se produce en el cerebro de los ateos al hablar con un buen amigo.
En una investigación, realizada en Dinamarca, con 20 cristianos devotos, seis hombres y 14 mujeres, de entre los 21 y los 32 años, se utilizaron imágenes de resonancia magnética funcional para investigar si la oración modificaba la imagen funcional (imagen dependiente del nivel de oxígeno) en un grupo de cristianos.
Para tener grupo control frente al rezo, los investigadores pidieron a los voluntarios que pronunciaran una canción de cuna (sin significado místico) y una petición mental de regalos a Santa Claus. A diferencia de la oración formal (recitada) y de los controles seculares, la oración improvisada activó una fuerte respuesta en la región temporal, la corteza prefrontal medial y otras.
Este hallazgo respalda la hipótesis de que los sujetos religiosos, que consideran que su Dios es real y capaz de establecer una relación recíproca, reclutan áreas de conciencia social cuando rezan. Es decir, que los jóvenes protestantes cristianos daneses movilizan áreas de cognición social durante la oración personal, lo que sugiere que orar a Dios es una experiencia intersubjetiva comparable a la interacción interpersonal normal.
CONCLUSIÓN: ¿SOMOS SOLAMENTE CEREBRO?
Porque, si no es así, ¿cómo se relaciona el cerebro con eso que históricamente se le llamó alma o espíritu, y ahora mente o conciencia?
Es tan complejo el tema que las opiniones y filosofías son diversas.
Existen tres formas de establecer la relación entre el cerebro y la mente y sus productos, es decir, entre las neuronas y la memoria, conciencia, creencias, valoración, toma de decisiones, etcétera.
Una es que ambos, mente y cerebro, son lo mismo. A esto se le ha llamado “monismo”, que significa una sola cosa.
El monismo es una ciencia materialista, indicando así que lo único que existe es la realidad material o física, elementos físicos. Se puede definir a partir de dichos elementos.
La segunda posibilidad, muy extendida, es que de la complejidad de la materia biológica cerebral emerge algo que no es exactamente materia. A esto se le ha denominado “emergentismo”, de “surgimiento”. No puede derivarse únicamente de la suma de los elementos que los componen, Las teorías de la emergencia encuentran que hay una continuidad entre cerebro y mente.
Encontramos una tercera versión. El “Dualismo”: Cerebro y mente, aunque íntimamente relacionados, son entidades diferentes.
Los avances de la neurología han relegado al dualismo a un segundo plano.
En Ideas y creencias (1940) Ortega y Gasset señalaba que “Las ideas se tienen; en las creencias se está”.
Indudablemente, la neurología tiene un papel esencial en toda nuestra vida, en medicina, en la educación, en ética o en la toma de decisiones. Pero por mucho que estudiemos el sistema nervioso, difícilmente llegaremos a descubrir cómo y por qué se producen nuestras ideas o creencias.
La interpretación que cada uno le dé no deja de ser, al menos por el momento, una religión.
¿Es la causa de que sigamos hablando del cerebro?
Francisco Mas-Magro Magro
Asociación Gerontológica del Mediterráneo
Alicante. España.