Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el pasado siglo XX marcó el inicio de uno de los fenómenos más transformadores de nuestro entorno personal y social: la llamada revolución de la longevidad. Y es que, a partir de 1950, la esperanza de vida no ha hecho más que crecer. En apenas 60 años en el conjunto de la población mundial  la esperanza media de vida ha aumentado 20 años, lo que ha permitido alcanzar un promedio de 66 años por cada habitante del planeta.  Dicha tendencia, lejos de menguar, no hará sino acrecentarse en los años próximos, previéndose que, en 2050, la media mundial de edad se eleve en 10 años más.

Ello conlleva que las pirámides de la población, muestren una distribución por edades bien diferente de la de hace unas décadas y para el futuro. Se trata de un desafío global para todos los sectores sociales, culturales, productivos y asistenciales.

Esta estructura que ha evolucionado de un perfil en forma de triángulo con mucha población joven en la base y poca mayor en la parte superior, a una estructura invertida donde la población se distribuye con una concentración alta en los últimos años de la vida, no se ha dado nunca en la historia de la humanidad.

Proyección a largo plazo de la población española. Elaborada por el Instituto Nacional de Estadística.

En el caso de España, la “Proyección a largo plazo de la población española. Elaborada por el Instituto Nacional de Estadística” nos muestra esta gráfica y abrupta realidad.
Hasta ahora eran los adultos con edades comprendidas entre los 20 y 50 años más emprendedores y alternativos los que ponían en cuestión las formas tradicionales de la sociedad y en mayor o menor grado, la sociedad se movía hacia otras nuevas normas sociales.  Es difícil imaginar una revolución como la que sucedió en Rusia a principios del siglo pasado, ejecutada por personas mayores de 65 años o remontándonos aún más en la historia una Revolución Francesa, capitaneada por niños menores de 18 años. Los actores principales en estos acontecimientos correspondían a la parte media de la pirámide poblacional, que con sus nuevas ideas, cambian y mejoran la sociedad en la que viven, además son los protagonistas de la sociedad en general, es su motor y su gasolina, este grupo además, lidera los valores predominantes y marcan el destino de la sociedad en su conjunto.

La nueva pirámide poblacional, supondrá un novedoso experimento donde la mayor parte de la población se concentrará en edades más tardías, el viejo estilo de evolución social deberá cambiar hacia modelos más integradores, donde se tenga en cuenta la opinión de esta parte de la población, es de suponer que las cualidades propias de esta época vital, como son la sabiduría, comprensión y conservadurismo se impondrán como dominantes de la nueva sociedad, es posible que en las próximas décadas no vivamos una revolución al estilo de las antiguas y que los avances sociales sean menos drásticos.

Además los valores e inquietudes de este segmento de la población, serán tenidos en cuenta, como hemos estado viendo actualmente donde las empresas empiezan de una manera tímida todavía, a intentar captar la atención de este grupo de población, algo completamente novedoso.

Esta circunstancia social, promueve hoy y ha sido objeto desde hace ya unos años  de análisis, trabajo de profesionales especializados y desarrollo de servicios por parte de diversos colectivos profesionales (geriatras, gerontólogos, demógrafos, sociólogos, trabajadores sociales, enfermeros, psicólogos…) y los resultados los estamos empezando a ver, con todo es hoy un hecho más acuciante y es  hora de seguir evolucionando y dar contenido al aumento de la esperanza de vida, para eso asociaciones como la Asociación Gerontológica del Mediterráneo, en la que diversos profesionales de distintas áreas desarrollan iniciativas desde un punto de encuentro común “el envejecimiento”  para reflexionar sobre los mayores, y aportan una visión holística que persigue metas posibles y al servicio de este grupo de edad.

Alberto Plaza

Psicólogo.

Vocal AGM