Hola, Soy Francisco Mas-Magro. No escribo como vicepresidente de la Asociación Gerontológica del Mediterráneo, siquiera como miembro de esta agrupación científica que se preocupa por el conocimiento y divulgación de los asuntos más importantes que nos atañen a las personas mayores.
Ayer un amigo me envió un “wasap”. Era un video que hacía referencia al “ageismo”. Sí, a la llamada “fobia a los viejos”.
Tengo setenta y tres años. Cincuenta, al menos, dedicados a la ciencia del mayor, del senecto. Cuarenta como médico gerontólogo tratando sus enfermedades; intentando dar vida a los años; deseando dar felicidad, paz y libertad a los más mayores. Una vez jubilado, aportando mi conocimiento a quienes me lo han solicitado.
Yo he sido un niño, un niño criado en un ambiente de científicos eminentes. Mi abuelo Francisco a mi edad ya había sido propuesto al Premio Nobel de Medicina.
He sido un adolescente difícil, en un ambiente ético y religioso en el que fui educado con mimo por mi familia.
Y he sido, también, un joven rebelde, impregnado de las ideas liberales que también mi familia tuvo a bien inculcarme Esa rebeldía me llevó a sufrir el destierro durante dos años, en esa difícil época ya, a Dios gracias, superada.
Desde esta altura de miras, contemplo cómo la sociedad ha ido educándose en favor de nosotros las personas mayores. Aceptándonos como estrato fundamental desde el punto de vista social y económico.
Y se extiende el concepto de valor de la edad, a pesar de las fluctuaciones populistas que abogan por una eutanasia innecesaria.
¿Eutanasia? ¿Por qué hablar de eutanasia en el momento de crisis?
En líneas generales, sin entrar en complicadas hechuras, se relaciona escasez económica y ancianidad. Se manipula al público con sutileza, intentando crear una correlación entre población anciana y crisis. Como quien no quiere la cosa, que se dice.
Mientras no existen grandes problemas, grandes hecatombes que pongan en peligro el equilibrio financiero, simplemente se habla “soto voce”, se dice, se comenta, se aportan datos breves para su publicación en los diarios afectos. En resumen, se crea un caldo de cultivo que representa, no ya un desprecio, sino una violencia ideológica contraria a los principios de respeto a la edad.
Es el viejismo.
Se habla de eutanasia. Ah, ya se mencionan –se mencionan simplemente- los discapacitados. Claro, son personas que no sirven más que para aumentar el gasto social. ¡No, no, nadie ha dicho discapacitados! Es un bulo. Es un “fake news”. Jajaja. Es una broma.
Se deriva violentamente la conversación social hacia los viejos. “Los viejos de ochenta o más que…” “No, no. Nos referimos a los que se encuentran muy malitos, los pobres”. Etc.
Y ahora, la prueba del algodón. Un virus maldito que arrasa, sin respeto a pueblos, sexos y edades.
Y vuelve la selección, “las mujeres y los niños primero”, que diría el capitán del Titanic. Dejemos a los viejos, los mayores de 80 años, que se ahoguen tranquilamente en sus camarotes. ¿Es una recomendación de buena voluntad? Viejismo. Fobia rancia al viejo, por el mero hecho de ser viejo.
-“No, nadie ha dicho eso-. Lo que realmente… queremos decir es que…entre un joven sano y productivo y un pobre anciano que es un consumidor de producto, el bien común debe inclinarse por el joven prometedor”. ¡Cielos, pura lógica! Total, ¿Para qué sirven si no para incordiar la estabilidad social y económica? ¿Puro nazismo? Perdón.
El grave despiste social y ético de la sociedad, maniobrada por ilustres iluminados que aplican la demagogia a favor de sus intereses, ya se encargan de crear el ambiente.
Viejismo. Ageismo. Todo lo que la Asociación Gerontológica ha proclamado desde hace años, es papel mojado, peor, quemado, en aras de nadie sabe que ética basada en la productividad.
El hecho de que los viejos seamos mayoría; el hecho de que las personas mayores tengamos una desconocida importancia en la estructura económica, y, además, esa cosa que se llama dignidad y que afecta a todos los sexos, edades e ideas, parece no servir de contrapunto para realizar valoraciones ponderadas.
¿He dicho dignidad? Vaya, qué palabra tan poco conocida en los ambientes populares. Esa palabra que define toda una filosofía y hace valer a una persona que se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden. Dignidad, un valor y un derecho innato, inviolable e intangible, que es un derecho fundamental, un valor inherente al ser humano.
Respeto, ¿he dicho respeto? Esa palabra que expresa veneración, acatamiento, valoración Miramiento, consideración, deferencia.
¡Ay!, cuantas expresiones olvidadas y marginadas en este periodo trágico de nuestra historia. ¡Ay, este bendito virus -¿Covid 19 se llama?- que ha destapado ancestrales sentires.
Pero, no pasa nada. Seguiremos insistiendo desde la Asociación Gerontológica, o desde la UPUA, o desde cualquier otra plataforma.
No, al viejismo. No, a la discriminación por razón de edad. Sí, al respeto a la dignidad del ser humano.
Y si alguien quiere conocer el equilibrio en este tema, pregunte a la A.G.M. o acuda al documento de la Sociedad Española de Bioética.
Francisco Mas-Magro Magro
Vicepresidente de la A.G.M.