Se habla de fragilidad. En este artículo nos referiremos a la persona mayor, claro. Estamos en un medio de divulgación gerontológica.

Hace pocas semanas tuve ocasión de leer, más bien “sobreleer” – en su concepto de hacer una lectura rápida- un artículo al respecto. Un artículo de habla y filosofía anglosajona en la que definía nuestro tema de divulgación bajo la expresión “unfit”. Supuse su significado, aunque volqué mi curiosidad en el diccionario que me tradujo aquel vocablo (unfit) como “impropio”. Supongo que la dureza de su acepción quedará en el ambiente inglés normalizado,  “molded to the elegant education of the children of Great Britain”. Lo vamos a corregir y expresarlo como “frail elderly”  o mejor “fralty”.

Quien en inglés, escribiera “impropio” pensaría, digo yo, en “incapaz” o quizás en “vulnerable”  o, a lo peor, en “característico”, o vete a saber qué.

El caso es que hablaba de ”fragilidad” –“the fragile patient”- y aún sigo sin comprender bien esa manía que nos ha entrado a todos de no llamar las cosas por su nombre.

Pero, ¿sabemos lo que  es fragilidad?  Seguimos la norma y recurrimos a nuestra Academia de la Lengua. Dice la R.A.E.: “Frágil es aquello que con facilidad se hace pedazos. Débil, que puede deteriorarse”.

Se ha tipificado como una disminución en la capacidad de realizar las actividades de la vida diaria, que se circunscribe a los ancianos, es decir, a las personas mayores de…, pero que bien pudiera  definir a un joven con múltiples problemas.

La edad supone un deterioro progresivo de todas las facultades. Es así y así hemos de aceptarlo. Pérdidas que, hoy por hoy, son generalizadas y también  persistentes, tal que el propio envejecimiento. La edad nos conduce a un estado de pérdida de la resistencia y aumento de la vulnerabilidad ante agentes estresantes como resultado de una disminución o alteración de la “reserva fisiológica de múltiples sistemas corporales”.

Ya se sabe que la homeostasis, es decir el “conjunto de fenómenos de autorregulación, conducentes al mantenimiento de la normalidad en la composición y propiedades del medio interno de un organismo”, se altera con la edad y ello provoca un descenso paulatino de la función de los órganos y sistemas. La fragilidad supone la pérdida progresiva de la capacidad de adaptación a las circunstancias de nuestro cuerpo y de la propia vida que nos rodea. Una de las causas de esa fama de “cascarrabias” que los ancianos hemos tenido y  tenemos.

Clínicamente se acompaña de pérdida de fuerza muscular, de la movilidad y del equilibrio. El individuo, el mayor,  frágil tiene más riesgo de inestabilidad y de caídas, más riesgo  de dependencia, produciéndose finalmente el indeseado deterioro funcional, con su discapacidad, con sus consecuencias sociales, con el  aumento de la institucionalización[1], de las hospitalizaciones y de los eventos adversos. La mayor propensión a las enfermedades o a desarrollar  con más virulencia los deterioros propios del envejecer. Y, como consecuencia, la muerte.

La fragilidad pues se considera como una situación que discapacita, por lo que es fundamental detectarla y pueda retrasarse o evitarse y, con esta prevención, los posibles eventos adversos asociados.

La fragilidad tiene entidad propia, pero la fragilidad, que ya hemos escrito que puede afectar a cualquier persona de cualquier edad, es mucho más habitual en pacientes ancianos (ojo: ancianos, mayores, viejos, adultos mayores, senectos…-buscar un adjetivo dulce y suave para calificar un estado de minusvalía, se llame como se llame sigue teniendo la misma personalidad-) y que se encuentra  asociada además a malnutrición y sarcopénia. (La sarcopénia es un síndrome relacionado con la edad que se caracteriza por la pérdida progresiva y generalizada de la masa muscular)[2]  Una cuestión interesante es si se debe limitar el término frágil al envejecimiento (anciano frágil) o si existen afecciones que pueden convertir a alguien de 10, 20, 30, 40, 50 ó 60 años en un paciente frágil, algo que parece razonable. La fragilidad se asocia a la pluripatología, propia del mayor de setenta años, aunque puede darse en otros más jóvenes pero muy deteriorados.

La experiencia, que conforma nuestra normalidad, nos indica que se suele producir un “continuo” entre niño, joven, adulto mayor saludable, hasta el extremadamente vulnerable, con bajas posibilidades de recuperación y con alto riesgo de morbi-mortalidad.

Globalmente su prevalencia varía. Excluyendo las patologías médicas agudas o crónicas, el 7% de la población de más de  65 años y más del 20% de los mayores de 80 años son frágiles.

Pero, esto de la “fragilidad” no es tan fácil como parece. La dificultad que se tiene para caracterizar el término obliga a desarrollar  criterios capaces de  valorar aquellos aspectos más ligados al término.

Es un orgullo para esta Asociación Gerontológica del Mediterráneo, poder presumir que los parámetros que dibujan el estado “frágil”, se han difundido repetidamente desde su seno, mediante escritos en la web, jornadas de gerontología, conferencias, cursos, actos que la Asociación ha promovido desde su fundación.

Así, hemos hablado del “estado nutricional”, la dependencia, los aspectos relacionados con la cognición, la comorbilidad, etcétera.

CRITERIOS DE FRAGILIDAD

Es interesante conocer los esquemas pautados por los gerontólogos. que son los criterios de la OMS; criterios de fácil comprensión que son los que maneja, también, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología y hemos asimilado, al menos, los geriatras y gerontólogos de la A.G.M.

1) Mayores de 80 años.

2) Mayores  de 70 años,  y  que presenten algunas de las siguientes condiciones:

  • Vivir solo.
  • Hospitalización en los útimos 6 meses.
  • Viudedad reciente.
  • Aislamiento familiar.
  • Soledad.
  • Incapacidad para las Actividades de la Vida Diaria, tanto  básicas como  instrumentales.
  • Iinsuficientes recursos económicos.
  • Cambio de domicilio en el último año.
  • Problema de vivienda.
  • Rechazo de su situación médica o social.
  • Polimedicación (más de 5 fármacos).
  • Patología crónica invalidante, tanto física como psíquica.
  • Presencia de problemas sociales con incidencia para su

Estos criterios son fácilmente entendibles y son razones que nos alertan y fácilmente reconocibles.

Fried L. (2001) al hablar del síndrome de fragilidad, propone que tiene que haber tres o más de los siguientes problemas:

  • Pérdida de peso no intencionada de más de 5 Kg ó 5% del peso corporal en un año.
  • Debilidad muscular (fuerza prensora de menos del 20% del límite de la normalidad).
  • Cansancio o baja resistencia a pequeños esfuerzos.
  • Lentitud de la marcha.
  • Nivel bajo de actividad física.

Vemos como la fragilidad la concebimos como algo dinámico, de tal modo que  a mayor fragilidad, mayor riesgo de eventos adversos, por lo que su detección precoz permitirá una toma de decisiones adecuada a las características del paciente.

Hemos de considerar que tanto su definición como sus criterios están en continua revisión, por lo que su valoración debe hacerse de acuerdo a las principales disciplinas asociadas, que esencialmente son cuatro:

  • Clínica (pluripatología, estado nutricional, síndromes geriátricos, riesgo de úlceras, alteración cognoscitiva, depresión, marcha y equilibrio).
  • Funcional (grado de autonomía en las actividades basales e instrumentales de la vida diaria).
  • Mental (esferas cognitiva y afectiva).
  • Social (soledad, residencia, condiciones del hogar, apoyo familiar y social).

El paciente frágil existe. Y muchas veces no hace falta ni definirlo, todos sabemos qué tipo de enfermo es y conocemos a muchas personas frágiles.

Tipificar a alguien de “frágil” no equivale a abandonarlo. Se trata de un cambio de mentalidad. No se trata de emplear más recursos en términos económicos, sino de dedicar más tiempo para pensar, coordinar y ejercer las acciones individuales y sociales que se precisen.

CONCLUSIÓN:

Podríamos definir el Síndrome de Fragilidad, uno de los más importantes dentro de los Grandes Síndromes Geriátricos, como un manifestación que se caracteriza por la disminución de la fuerza y de la resistencia, con un incremento de la vulnerabilidad frente a agentes estresores de baja intensidad y que se produce a causa de una alteración en múltiples sistemas relacionados entre sí y que disminuye la reserva y la capacidad de adaptación del organismo, predisponiéndole a eventos adversos de salud, mayores probabilidades de dependencia e incluso muerte

¿SE PUEDE PREVENIR LA FRAGILIDAD?

Por supuesto.

Conocemos los  factores de riesgo y actuando sobre ellos conseguiremos disminuir su fuerza  o incluso anularla:

  • Actividad física: La inactividad es factor de riesgo de primer orden. La actividad física ha demostrado ser eficaz para retrasar e incluso revertir la fragilidad y la discapacidad, además de mejorar el estado psicoafectivo.
  • Alimentación saludable: Está fuera de cualquier duda la estrecha relación que existe entre la salud-enfermedad y la alimentación saludable.

La Asociación Gerontológica del Mediterráneo ha alertado, en numerosas ocasiones, de la necesidad de una dieta saludable, porque  la alimentación desequilibrada es un factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, obesidad y desnutrición.

Se ha expuesto en numerosas veces que el prototipo de alimentación equilibrada, variada y saludable es la dieta mediterránea, que es una dieta rica en cereales, frutas, verduras, hortalizas y legumbres, con un alto aporte de hidratos de carbono complejos.

  • Por otra parte, las personas mayores, especialmente las que padecen pluripatología, están polimedicadas. A menudo, presentan problemas de salud que actúan como factores de riesgo de desnutrición y esta, junto a la pérdida de peso, son un factor de riesgo de fragilidad.
    Es necesaria la presencia  en la sanidad, pública o privada, de Geriatras o Médicos Gerontólogos, capaces de coordinar la prescripción  y el consumo de fármacos en el paciente mayor.
  • No hace falta que insistamos mucho en la necesidad de llevar una vida saludable en hábitos, exenta de tóxicos, alejada del estrés y llena de amor.

Francisco Mas-Magro Magro

Medico Gerontólogo.

Vicepresidente de la Asociación Gerontológica del Mediterráneo.

 

[1] Ingreso en una residencia, p.ej.

[2] La sarcopénia también puede afectar a individuos de otras edades.