Recibo la Revista Española de Geriatría y Gerontología. La leo con interés, como siempre, a pesar de que mi jubilación, que hoy cumple ocho años, parezca pueda apartarme de mi pasado inmediato.
La “Editorial”, me atrae con fuerza. No puedo negarme al deseo de hacer mías sus ideas.
El 31 de octubre de 2019, las autoridades de la República Popular China comunicaron a la O.M.S varios casos de neumonías atípicas. Y el día 9 de marzo de 2020, bajo el temor de una epidemia que parecía extenderse hacia occidente.
Con la vista puesta en la Lombardía, infectada ya por este virus extraño, y habiéndonos percibido que en el País Vasco y Canarias ya surgían focos de la enfermedad, con la sospecha de que la acumulación de gente era propicio cultivo para el desarrollo del virus, escribí el poema “Un lamento malva”.
“A ti acudo Señor, desde mi cólera. Y a vosotros, hijos de las sombras
que señaláis al silencio.
Oigo el clamor del vuelo de una vida que se abre sobre muertos y regresan
y ocupan la memoria.
Y también comparezco ante vosotros, vivos juguetes de la ciudad abandonada
bajo el miedo de un final imaginado.
…/…
Es la madrugada, confundida con la noche, un recuerdo obsesivo de las voces.
Es la amanecida, que despierta una oración con las palabras que empujan
y empujan,
arrojando el silencio al abandono, al humilde inframundo de los llantos.
…/…
El poema que, probablemente, se publicará en octubre, en el número LIII del Ateneo Republicano Blasco Ibáñez de Valencia, no es más que un clamor desesperado sobre un silencio dramático y egoísta.
Un llanto que se erigía sobre los más de veinte mil fallecidos que en abril ya se contaban, de los cuales el 86% fueron personas de 70 o más años.
Podríamos considerar lógica esta mortalidad entre los mayores, pudiéndose atribuir a la alta prevalencia de problemas por causa del envejecimiento. Lo que los geriatras llamamos “fragilidad” y sobre la que hemos tratado alguna vez en esta web de la A.G.M.
El número de fallecidos, sin embargo, no supone una valoración cuantitativa de los casos del mal entre las personas mayores, puesto que está claro que, a aquella cifra, hemos de añadir los enfermos que han superado el proceso y, del mismo modo, aquellos que la han padecido asintomáticamente y, como no, el número de los que han sido descartados por una valoración del PCR con un resultado falsamente negativo.
Desde el inicio de la pandemia, la Asociación Gerontológica del Mediterráneo se ha posicionado a favor de una conciencia positiva en torno a los mayores, saliendo al paso de los rumores, a veces noticia, que marginaban la actuación en su contra, de, al parecer, ciertos niveles hospitalarios, con la mudez de algunas autoridades de nuestra sanidad, en definitiva del gobierno. El agravio comparativo, insultante, conducía a inexplicables y graves diferencias en el trato. Decisiones éticas que nos llevaron a intervenir, como Asociación, en favor de la defensa de la vida; la vida de todos, sin distinción de edad o sexo, pero, concretamente en este caso, de nuestros ancianos, uniendo la voz de la AGM a la de otras voces, cono la Sociedad Española de Geriatría, o la Sociedad Española de Bioética.
Pero la fuerza se impuso para defender la dignidad del hombre como el valor más importante de la vida, el concepto de edad biológica, sobre el valor cronológico, que supone un avance en la percepción de la persona de cara a la enfermedad y la muerte.
Allí se encontraron los geriatras con la realidad de la norma, que valoraba la opción asistencial en virtud a los datos de un DNI que no es más que un documento administrativo, como todo documento, sin alma, ni sentimiento, que derivó en un “edadismo” gravísimo, que fulminó el derecho a la sanidad y a la vida de miles de personas de más de 75 años. Fulminó la realidad de un soporte científico que sitúa en valor la verdadera edad –biológica- del paciente.
Al sufrimiento por la muerte en soledad hubo que añadir, la muerte por decreto.
Nos sorprendió la pandemia revolcados en nuestras costumbres, en el hedonismo materialista, y el hedonismo marcó las pautas. Provocando, menos mal, una al menos regular reacción en algunos grupos de la sociedad de España.
En el último número de la Revista Española de Geriatría y Gerontología (2020; 55(4):191-192) “COVID-19, adulto mayor y edadismo:errores que nunca han de volver a ocurrir”, Tarazona-Santabalbina y otros, plantean que estamos en el momento de combatir con más fuerza que nunca el “edadismo”. Y es el momento de exigir, como lo ha hecho repetidamente la Asociación Gerontológica del Mediterráneo, la presencia de equipos de atención geriátrica en todas las áreas de salud, nosotros añadimos, dentro de los centros de salud. Así lo creemos y así lo planteamos como motivo de acción de la AGM a nuestra autoridad sanitaria de la Generalitat Valenciana, quien, haciéndose eco de la demanda nos prometió, al menos, escucharnos. Algo es algo. Y aunque hace de esto algún tiempo, seguimos esperando la llamada.
Lo ha hecho la Asociación Gerontológica del Mediterráneo, cuando el Consejo Científico del Colegio de Médicos de Alicante, al cual pertenece nuestra Asociación, pidió nuestra opinión con el fin de elaborar un documento que fuera orientativo para el delicado proceso de abrir los colegios y universidades.
En ambos casos se ha planteado esta necesidad asistencial, que tiene unos antecedentes en el Centro de Salud de San Blas, en donde, sobre el año 2003 ó 2004, creamos un Área de Asistencia Geriátrica, que bajo mi punto de vista fue un éxito y merecedora de algunos premios. Área que duró hasta mi marcha del centro, algún tiempo después. Area efímera, como suelen ser, por desgracia y en este nuestro país, las buenas acciones.
Todo es corregible, con la voluntad de querer hacer.
Francisco Mas-Magro y Magro
Vicepresidente de la Asociación Gerontológica del Mediterráneo.