Es difícil escribir una corta nota obituario de aquella persona con la que se ha convivido -y discutido; con la que se han entablado pactos y convenido proyectos. Es difícil, es cierto.
Las fobias y filias que constituyen una intensa relación profesional, con su dosis de compadreo, aparecen y desaparecen en el tramo de unos segundos. Momentos de relax y otros de tensión, todo, en fin, por un objetivo común: la geriatría.
Hacía mucho tiempo que no veía a José Gregorio. Años, desde que, retirado por la impuesta jubilación, se recluyera en su parcela de San Vicente del Raspeig.
El doctor Muñoz-Duque era socio de honor de la Asociación Gerontológica del Mediterráneo, “por su dedicación y defensa intensiva de la Geriatría tanto en la atención primaria como en la especializada y por su contribución al desarrollo de la misma durante su vida profesional en todos los ámbitos local, autonómico y nacional.
El Dr. Garay Lillo, en 1972, había recuperado en Valencia del profesor Beltrán Baguena, la difusión académica y práctica de la gerontología.
La conocida lucha por los ancianos y su aureola de pionero en Alicante, me llevó a contactar con el doctor Muñoz-Duque en 1981. Por entonces, José Gregorio, era Neumotisiólogo del dispensario de Enfermedades del Tórax y Exámenes de Salud de la Jefatura Provincial de Sanidad.
Yo un incipiente médico inclinado a la geriatría.
Acababa de fundarse la Sociedad Levantina de la especialidad, de la que, Muñoz-Duque, fue su primer presidente. Y acudí a él.
José Gregorio Muñoz-Duque y Ortiz de Lazcano, un hombre luchador que, durante más de cuarenta años, peleó por la implantación de la asistencia geriátrica en las áreas de Atención Primaria, lo que consigue, al cabo, unos años antes de su retirada. Y fue en el Centro de Salud-I de San Vicente del Raspeig, dependiente del Servicio Valenciano.
José Gregorio fue un hombre fácil y difícil; extrovertido y controvertido; dialogante y reservado, y pasó por la medicina geriátrica marcando pautas.
Me dice el doctor Carlos Puerta que Ingresó hace una semana con un grave proceso bronco-pulmonar. Y hoy, día 9 de mayo, ha pasado a mejor vida.
No se han borrado los buenos tiempos. Los malos, han quedado velados por esa capacidad humana del olvido. Repito, no se han borrado los gratos recuerdos. No, el conjuro ritual de particular “queimada”, con su orujo, las “bruxas e brujos” que “veñen a este feitizo”. (El inoportuno incendio en el restaurante de Lugo)… Aquel hotel de Madrid, a tres grados bajo cero, cuando nuestra “cita” geriátrica en el Hospital de Getafe. Y tantas otras.
Se nos ha ido un amigo, otro amigo y compañero, otro miembro de los “siete magníficos” que empujáramos la asistencia geriátrica en la provincia de Alicante.
En este mundo extraño de la Comunión de los Santos, Victoriano Borreguero, el geriatra de Jijona, le habrá recibido con un abrazo.
No se te olvidará, amigo.
Descansa en paz.
Francisco Mas-Magro y Magro, vicepresidente de la Asociación Gerontológica del Mediterráneo.